lunes, 15 de agosto de 2011

Marcelino Menéndez: "Siempre habrá quien escriba. La gente tiene que transmitir cosas y describir tanta belleza como hay en el mundo"

"Quiero saber muchas cosas y no encuentro respuestas. Sigo y sigo buscando, y esa inquietud invisible es la que quizá me hace escribir como lo hago".





Marcelino Menéndez González nació en Lugo de Llanera (Asturias) el 24 de febrero de 1933. Tras residir en varios países de América, regresó a España en 1973, volviendo a instalarse en su tierra natal hasta el año 1980, cuando la empresa en la que trabajó durante treinta y cinco años le trasladó a Murcia, ciudad en la que ha fijado su residencia hasta la actualidad.
En el año 2000, empezó a escribir relatos cortos y poesía con tal profusión que, al día de hoy, ha escrito más de medio centenar de libros (mayoritariamente, de poesía, aunque también algunos de relatos y aforismos), habiendo sido por ello acreedor de importantes premios y reconocimientos. Sus poemas han viajado a distintos países como Argentina, Perú, Uruguay, Colombia, México, USA…, e infinidad de revistas han publicado y siguen publicando sus trabajos. Fundó la Asociación de Escritores de la Región de Murcia, en la que actualmente desempeña el cargo de Presidente Honorífico. Es socio de la Fundación de Amigos de la Lectura y monitor de los grupos de La Paz y La Fama. Es, asimismo, socio y representante de REMES (Red Mundial de Escritores en Español) para la Comunidad Murciana, de Poetas del Mundo (con sede en Chile), de AEA (Asociación de Escritores de Asturias), de ACE (Asociación Colegial de Escritores de España), del Grupo Literario de Las Torres de Cotillas, de Renglones y Tertuliemos de Murcia, y otras muchas asociaciones y agrupaciones de ámbito nacional e internacional.

Más info sobre Marcelino Menéndez, en su blog:

http://marcelinomenendez.blogspot.com





EN EL FILO DE LA NAVAJA

Parece como si todo existiera
con mensajes ocultos y sus contrastes;
cosas con idioma propio en la textura de la vida,
aromas, sonidos, colores, armonía, equilibrio,
y es, con el incesante reclamo de mi propia conciencia,
que me pregunto…
Si el alma no nace ni muere, si el alma es permanente,
¿quién es uno?.

Si una cosa me envejece más, es estar en donde
no hay ni principio ni fin, sin capacidad, sin energía,
sin actividad propia y por ello busco,
el centro de la existencia, el más interno y real.
aquel en el que permanece el llanto de la niebla,
la humedad de los bosques en las horas tempranas,
y los retoños brotan y se suman a la rama vital.

Y a pesar de prisas, miedo, dudas, tensión,
como mallas cautelosas de la noche
circundado de acechanzas, permanezco
rebasado de ansiedad, preguntándome
¿qué parte de “no debes” no he entendido?…


MARCELINO MENÉNDEZ GONZÁLEZ





Con una simple contemplación de tu currículum, llaman la atención dos cosas: tu vocación tardía de escritor y tu asombroso carácter prolífico. La Poesía ha llamado a tu puerta en el ocaso de tu tiempo vital; sin embargo, tú has escrito más libros en una década que muchos poetas a lo largo de toda su vida. ¿Acaso sólo ahora has alcanzado la serenidad necesaria para sintonizar con las musas?


Yo empecé a escribir a los setenta años. En realidad nunca se me pasó por la mente escribir. Fue de forma accidental, en un viaje que hice a Estados Unidos en el año 2000, y ahí conocí a un escritor americano muy famoso, compositor de música vaquera, de country, y establecimos una amistad que duró seis meses. Nos veíamos casi todas las mañanas a las seis de la mañana. Él se tomaba ¡una coca cola! a esa hora. Fue esta persona quien me indujo a escribir y me facilitó inclusive que estableciera contacto con dos firmas editoras importantes allí en Texas.

¿Conservas el contacto con esta persona?

Bueno, lo he perdido, porque no sé si vive. Era mayor. Tengo sus señas, aunque llevamos unos cinco o seis años sin contactar. Pero vaya, que yo lo recuerdo muy bien, y con agrado. Y el caso es que empecé a escribir entonces mi primer libro. De Estados Unidos me pasé a México tres meses más, y allí, un familiar que tenía una imprenta me editó mi primer libro, del que se hicieron -creo- sólo cincuenta ejemplares. El caso es que se vendió: entre amigos…, en un hotel recuerdo que se vendieron no sé cuántos ejemplares, diez o quince,... y con eso me vine a España. Cuando llegué registré mi libro aquí, y fue el primero. De ahí han ido naciendo el resto, que, a la fecha, son sesenta.

(Marcelino me enseña una fotografía en la que aparece una gran mesa sobre la cual descansan, ordenadamente expuestas como en una librería, todas las portadas de sus libros, y al fondo, presidiendo el conjunto, un retrato del autor, pintura realizada por una amiga suya)

Yo tengo la sensación a veces de que hay alguien dentro de mí que es el que escribe, y no yo. Y te lo podría transmitir de una forma muy sencilla: yo sé cuál es mi cultura, cuál es mi léxico, y cuáles son las palabras que yo uso para expresarme. Sin embargo, cuando escribo en determinados momentos uso palabras que no son mías.

¿Se podría hablar de una especie de "posesión literaria"?

Sí, sí. Es como la sensación de que algún poeta del pasado se ha metido dentro de mí de alguna forma, y de repente me saca palabras como, por ejemplo, ¿tú sabes qué es prístino?

Más o menos..., creo que es así como algo en estado puro...

Lo primero. Prístino es lo primero. Pues yo no domino esa palabra. Yo sé decir primero, y no prístino. ¿O qué es inverencial? Inverencial, voy al diccionario y veo que es una reflexión profunda. O sea, eso no tiene explicación; es una sensación que ni me coarta, ni me limita ni me hace nada.

Háblanos de tu cotidianidad creadora: ¿mantienes una disciplina periódica, es decir, te sientas a escribir rutinariamente a diario, invocando con paciencia la luz de la inspiración, o recorres el camino inverso, es decir, cuando te asalta una idea, un verso, tienes la necesidad imperiosa de dejarlo todo y acudir a tu cita con la pluma?

Yo no tengo ninguna norma para escribir. Ahora mismo creo que llevo tres semanas sin escribir una palabra. Y puede que esta noche, a las doce y media o una, cuando me esté quedando dormido, o bien a las seis y media de la mañana, de repente me invada un pensamiento y tenga que escribirlo porque si no se me va. Pero con esa sensación vivo, de que, digamos, yo no domino todo lo que escribo. Es difícil de transmitir esa sensación; no es fácil. No escucho nada en mi interior que me diga la palabra y yo la escribo; no, simplemente la escribo. Es increíble, ¿no? Por ejemplo, tú te acuerdas en las películas de antes, de vaqueros, que en los pueblos salían bolas como de ramas, que rodaban arrastradas por el viento... ¿sabes cómo se llaman? Salicornios. Bueno, pues en un poema hablando de un pueblo yo escribo salicornios. Yo nunca supe que salicornios eran esas bolas de ramas que con el aire rodaban por las calles del pueblo. La sustancia principal de lo que escribo yo creo que nace de setenta años de vivencias. Lo que pasa es que yo he tenido muchas vivencias. Desde niño, la guerra civil, los bombardeos, campos de concentración. Después, he viajado muchísimo; las carreteras, los caminos, los ocasos, los amaneceres, todo esto te va dando un bagaje de sensaciones y pensamientos. Porque cuando viajas solo piensas mucho. Yo nunca plasmé nada de esas vivencias en ningún lado y podría decirse que ahora se agolpan de alguna manera. No tengo ninguna preferencia por escribir nada; lo mismo hablo de los ríos, que de los apriscos, del campo, de la luna, del sol, de la tristeza... yo no tengo tema.

Ya que hablamos de temas, tengo interés en preguntarte por el tema amoroso en tu poesía. Una vez te escuché decir que no es precisamente de los más recurrentes en tu obra.

Tengo que hacer una rectificación, y es que ayer, previniendo que hablaríamos hoy, me fui a los libros primeros que yo escribí y, efectivamente, hablo de amor, y de ausencias, y de lejanías, pero fue algo que yo después dejé apartado y en todos los libros posteriores nunca retomé el tema, hasta que saqué un libro que se llama "El amor en el columpio de su vaivén", en el que vuelvo a tocar el tema del amor, pero no el amor como pasión, no el amor erótico, sino el amor sereno, de amistad, en fin, de otros valores: de ternura, de bondad y también de ausencias. Siempre hablo de ausencias, soledad, lejanía, añoranza, melancolía,… y te voy a decir por qué: porque mi vida ha sido muy solitaria. Yo he viajado mucho solo. Teniendo a mi familia, yo me desplazaba a veces dos o tres meses fuera de casa. Y siempre comía solo, cenaba solo, viajaba solo… Mi soledad y yo. A raíz de esas vivencias es cuando uno siente todas esas vibraciones de soledad, añoranza, tristeza... […]

Yo en lo personal tengo una inquietud interna muy grande y quiero saber muchas cosas y no encuentro respuestas. Sigo y sigo buscando, y esa inquietud invisible es la que quizá me hace escribir como lo hago, y me doy cuenta de que cada vez entro más en temas como la esencia, la energía, la percepción, la conciencia, la memoria, el sentimiento profundo… Lo último que he escrito habla sobre el alma: si no nace ni muere y siempre permanece, ¿quién es uno? ¿quién eres? ¿quién eres tú, el que piensa, el que ahora me está escuchando, quién eres? Son preguntas muy complicadas…

¿Cuándo das por concluido un poema? ¿Sueles pulir continuamente o respetas en cualquier caso la forma original que brotó de tu mente?

Cuando termino un poema lo termino, taxativamente. Lo que pasa es que ese poema fue creado en un estado de ánimo que hizo que lo escribiera. Entonces lo escribo y lo dejo. Después lo vuelvo a repasar y, como tengo otra sensación, hay cosas con las que a lo mejor no estoy de acuerdo. Mi idea es preservar lo que he escrito en el momento en que lo he escrito, porque así lo he sentido. Ésa es la idea esencial. Después, si tengo que cambiar algo es muy poco, alguna palabra, un homónimo o un sinónimo, pero no grandes cambios, porque si empiezo a cambiar no acabo: cada día tendría un estado emocional distinto y cada día me parecería diferente el poema. Entonces, lo dejo estar. Por ejemplo, yo tuve la experiencia hace poco con un escritor que tú conoces, Ginés Aniorte, un día en el que estábamos oyéndolo hablar tres o cuatro personas (no digo que yo esté muy capacitado para opinar, ya que había catedráticos de la Universidad), y decía que él está continuamente rectificando toda su obra. Yo no estoy de acuerdo. Yo quiero que lo que he escrito permanezca, y lo que he editado continúe como está editado.

¿Para qué o para quién escribes?

Yo escribo para mi. Hay palabras que están dentro de mi, que tienen ganas de salir y yo les doy la oportunidad de que lo hagan. Nacen como una inquietud, como un diálogo interior; después uno va dándoles ese sello de emoción, sensibilidad, armonía,… en fin, todos los matices que puede llevar un poema. Pero creo yo que es la consecuencia, el resultado, de un diálogo conmigo mismo.

El hecho de escribir desde luego que es el resultado de una necesidad interior, pero quería saber si tienes inquietud por publicar, por que te lean, alcanzar una cierta notoriedad, popularidad o reconocimiento público?

Aunque la gente crea que yo escribo para darme a conocer y todo eso, no va por ahí la cosa. Es más, si no vendo libros a mí no me importa. Cuando uno escribe un libro, éste deja de ser de uno; es de los demás. No me preocupo. Yo escribo porque tengo que escribir, nada más. Tengo que escribir: es algo que tengo que hacer. Igual que tengo que vivir. ¿Uno por qué vive? Resulta lógico que tengo que vivir, y trato de hacerlo lo mejor que puedo, cuidándome para no enfermar, y aprovechar, disfrutar, sentir…, pero no con el afán de querer ser algo, o llegar a premio Nobel ni nada de eso… Yo creo que mi satisfacción alcanza su plenitud cuando a una sola persona le ha gustado un poema mío; mi vanidad termina ahí.

La escritura ¿únicamente te da satisfacciones o tiene también alguna desazón?

Yo, después de escribir, siempre siento que no he escrito el poema que quería, siempre me encuentro con algo inacabado. Uno lo termina porque hay que terminarlo, pero me pasa esto. Curiosamente, ahora me acerco a uno que me gusta mucho, que se llama "El filo de la navaja", en el cual termino preguntándome sobre las cosas que he hecho y que no he alcanzado a comprender. Cuando yo estudiaba Medicina, se utilizaba ese término para decir que las personas siempre estamos en ese equilibrio. A veces estamos del lado de la cordura -casi siempre-, pero a veces rebasamos la locura y hacemos actos que no se corresponden con nuestra forma de ser y pensar.

¿Cómo te gustaría ser recordado?

En plano personal y familiar -no soy yo el que lo dice, sino mis propios hijos- he sido un buen padre. Creo que es una misión cumplida, porque nadie me enseñó a serlo. Creo también que soy buen amigo, que soy buena persona, y considero que siempre he llevado el baluarte de respetarme a mí mismo y a los demás, y aunque a veces caes en errores no es con la intención de lastimar o perjudicar a nadie. No llevo el afán del rencor; no está en mí. Y el odiar, menos. Siempre hay un dejo de bondad en mi interior que me lo impide. Respecto a la Literatura, siempre me ha caracterizado la inquietud de escribir y escribir. A veces me han pedido (otras veces yo los he mandado) trabajos para participar en revistas. En ocasiones me llevo sorpresas, como que la revista Alcazaba de Madrid, que es un monstruo, me haya publicado, que me hayan felicitado y que me hayan dicho lo que me dijeron. Últimamente estoy esperando respuesta de una revista muy importante de la India (mi relación con ellos es en inglés), y me han publicado revistas como SELAE, que me ha aceptado como socio; también en una asociación muy importante de Ohio, en Estados Unidos; y así es como formo parte de hasta sesenta asociaciones. Soy socio de asociaciones de poetas de Venezuela, de Colombia, de muchas partes. Soy hijo predilecto en mi tierra, que es de los reconocimientos que más satisfacción me aporta, y fue muy emocionante y me hizo vibrar con mucho sentimiento. […] Yo quiero que me recuerden como una persona; nada más.

¿Por qué se lee tan poca poesía en nuestros días?

Los tiempos han cambiado una barbaridad. Antes había menos medios, no había tantas carreteras ni tantos coches ni nada; la gente era más estática, reservada en sus pueblos o ciudades. No había televisión, aunque sí libros. Hoy hay televisión y los libros no los lee nadie. La lectura en España es fatal. Nadie apenas lee; lo hacen muy pocos. La gente está preocupada ahora por irse a la playa, y no está pensando en pasar sus vacaciones leyendo un buen libro en su casa. Todos esos valores se han perdido. La gente antes se ocupaba de leer y los poetas tenían su significado; eran creadores de sueños, de ilusiones, alguien digno de ser leído. Ahora los poetas se encierran en sus grupos, donde ellos mismos se aíslan, no quieren saber ni participar en nada. Sólo existe lo que ellos hacen y se acabó. Y creen que lo hacen bien y no es así. Yo creo que la Poesía ni subirá ni bajará. Permanecerá en un estatus en el que, en mayor o menor medida, siempre tendrá sus simpatizantes. Siempre habrá quien escriba. Siempre. La gente tiene que transmitir cosas y tiene que manifestarse y describir tanta belleza como hay en el mundo. Una de las cosas más preciosas -y, por natural, no le damos importancia- son los colores de un atardecer, de un ocaso, o del mismo arco iris. Hay cosas tan sencillas como oír el curso de los ríos, el sonido que el agua produce con las piedras, el olor de las plantas y los árboles, el frescor de las gotas de rocío sobre la hierba… Por desgracia, son temas aislantes para la mayoría de la gente; no participan. Hoy nos solemos olvidar de la ternura, la bondad, la educación, hasta de los valores más elementales, como la familia, lo que representa un padre, una madre, un hermano, o ¡un amigo! Tener un amigo o una amiga es un tesoro incalculable para el que no hay dinero.

2 comentarios:

  1. Magnífico trabajo. Acertadas preguntas y puntuales respuestas.
    Un abrazo al entrevistado y mis congratulaciones al entrevistador.

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  2. Leerte es quedarse con ese buen sabor de boca que le hace a uno sentir y comprender un poco más desde la serenidad la belleza de los momentos. Dejarse llevar de tus percepciones es una continua invitación a profundizar en el más amplio concepto de unicidad y universalidad de lo humano.
    Leerte es comprender un poco más al Hombre y un poco mejor a la Poesía, y yo por ello nuevamente te doy las gracias.
    Enhorabuena Marcelino
    Juan A. Pellicer

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